Bueno, por fin llegamos al nordeste, donde las playas son de arena fina, los cocoteros se inclinan a beber del mar y las aguas son cálidas y transparentes. Por cierto, un detalle cultural: los cocoteros no son originales de Brasil, sino que fueron traídos de Asia por los conquistadores europeos (bueno, por los portugueses concretamente)... La guía nos explicó que llegaron con los barcos de esclavos que venían de África, que al acercarse a la costa y para perder calado, arrojaban parte de su cargamento de cocos al mar. Y esos cocos, al llegar a la costa empezaron a crecer y a reproducirse y ala!, toda la costa llena de cocoteros...
Maceió es la capital del estado de Alagoas, en la costa nordeste, con clima subtropical y playas de ensueño. La economía se sustenta del turismo, los cocos y la caña de azucar (como Motril!). Otra nota curiosa: los vendedores ambulantes en vez de vender pipas y chicles como en el resto del mundo, aquí venden LANGOSTAS!
Sólo coger el avión y ya la primera sorpresa: parada técnica en Belohorizonte, donde nos estamos 45 minutos para repostar. Eso sí, tuvimos tiempo de tomar algunas imágenes interesantes, realizadas por la pequeña, que como la mayor, ya saben hacer fotos como profesionales...(papa, déjame hacer una foto, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa...)
El hotel, el Punta Verde, algo cutrillo pero sirve. La habitación limpia y correcta, la cama gigante y el baño algo viejo. Parece que lo están renovando y pintando.
Como llegamos por la noche, sólo tuvimos tiempo de ir a cenar (las niñas y mi mujer pizza y yo un espeto de gambas y langosta que es que me estoy cuidando...) y de pasear por la playa.
El segundo día (día 10) lo pasamos en la Praia do Francés (sin comentarios). Allí nos apoderamos de media docena de sombrillas y nos cascamos ahí es ná, un suco de piña (de una piña enterita) cada uno. Nos salía la piña (abacaxí) por las orejas. Es cachondo porque con parte de la piña hacen el zumo, y con el resto hacen como un polo de piña, una delicia. Antes dimos un paseo muy interesante en barco. Primero nos llevaron cerca de la segunda línea de arrecifes, donde pudimos ver distintas especies acuáticas que el submarinista del barco trajo para nosotros. La más destacada, un cagarro de mar, que como su nombre indica no tenía nada de atractivo. El primero que se lo comió, debía tener un hambre que pa qué...porque de bonito no tiene nada.
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Luego nos llevaron a una tercera barrera de arrecife donde pudimos hacer snorkel y ver algunos pecezuelos, cangrejos, erizos y coral. Es superchulo cuando tocas un coral y se retrae en las ramas del mismo. Se parece a las niñas cuando toca quitar la mesa...simplemente desaparecen. Parecía una escena de Avatar tocándole los pirindeles a los animalillos....
Para la comida nos zampamos un pescado y Lula Doré, que suena a Art Decó, pero que es simplemente calamar rebozado, eso sí, con un rebozado superchic de la muerte...
Después dimos un paseo por la ciudad, el tradicional tour que ves sin ver, tocas sin tocar, y hueles sin oler. Una parada en un mirador, donde nos explicaron la historia de unas semillas que había que tirar como moneda en fuente, para que te concediera tres deseos y al final paseo por el consabido mercadillo de artesanía, donde no compramos nada (efecto Poltergeist inconmensurable).
El tercer día, y para no cambiar el tono del viaje (aunque sí el de nuestra piel), nos fuimos a otra playa, a Praia de Paripueira. En el viaje nos acompañó otro guía, en vez de la simpática Jackeline, nos tocó el simpático Mozart, que entre sinfonía y concierto, perdía más aceite que la fábrica de Carbonell. En el trayecto de ida, tuvimos el placer de toparnos con una manifestación que cortó durante una hora la carretera. Y nuestro animado guía gay (suena hasta bien) se dedicó a cantar una canción tras otras en honor a cada una de las regiones de origen de cada pasajero del autocar! Una pasada! Si dura un rato más salto por la ventana. Luego en la playa cogimos un catamarán (nombre muy chulo para un barco muy cutre) hasta unas piscinas naturales formadas a un kilómetro de la costa por una barrera de coral, que resultaron ser todo un descubrimiento. Con máscara en ristre y tubo a la sazón, nos adentramos en los misterios de la naturaleza de los arrecifes de coral en plan Jacques Cousteau. Demasié...Pecezuelos, erizos, estrellas de mar, algas, pecezuelos, corales, pecezuelos...un deleite para la vista.
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Luego de vuelta a la playa, almuerzo a base de pescado y gambas, ambientado al principio por un forró, que es el nombre que recibe un trío de músicos que tocan timbal, triángulo y acordeón. Pero lo mejor era el público que salió a bailar: de media unos 100 años de edad y otros tantos kilos de peso...Seguido a continuación de un grupo de danzas atípicas. Digo lo de atípica porque las bellas danzarinas llevaban los trajes regionales (con minifalda, claro) acompañados de calcetines blancos a la altura de la rodilla, que les propiciaban un cierto aire de colegialas viciosas de peli japonesa. En la última danza, una de las bailarinas hacía las veces de un títere sin hilos, que se caía encima del público haciendo gestos obscenos! Todo un detalle de arte fino, fino, fino....
Allí pudimos ver unos monitos muy simpáticos y que se parecían un montón a mis hijas. Véase la prueba
El día 12 es el día das Crianças, o sea, el día de los niños. Y en qué consiste ese día? Seguro que lo habéis adivinado: en regalar juguetes igual que nosotros lo hacemos el día de reyes. Ese día lo pasamos, cómo no otra vez en la playa, esta vez na Praia do Maragogí. Aquí otra vez nos fuimos a una inmensa playa semidesierta y tomamos otro catamarán para ir a otras piscinas naturales espectaculares.
Estaban a 1,5 km de la playa y estaban a rebosar. De animales acuáticos y de bípedos implumes, o sea, de gente coño! Lo complicado era bucear sin chocar con alguien, pero cuando conseguías tu espacio, la verdad es que valía la pena. El mar de un azul turquesa (la de ayer era verde esmeralda), la arena blanca, los peces de colores...la cervecita, el quesito, el pinchito de carne, y todo ello en medio de la mar océana! Un ejemplo más de cómo se lo montan los brasileros, másters en pasárselo bien... Luego volvimos al restaurante para comer (eso fue lo peor del día, pues la comida fue lamentable) y para casa. Y como en casa nos sentimos, pues sufrimos un atasco monumental para volver, ya que nos costó como tres horas, es decir, como en São Paulo un día de fiesta...
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El día 13, a pesar de que la guía nos advirtiera de que era la peor excursión de todas (a nosotros nos pareció la mejor), fuimos a Foz do São Francisco, la desembocadura del río São Francisco que nace en Minas Gerais y vierte sus aguas entre los estados de Alagoas y Sergipe. Allí, y tras un maravilloso paseo en un barco estilo pirata, llegamos a unas dunas móviles (supongo que sería por se patrocinadas por movistar o vodafone, pues yo moverse, lo que se dice moverse no lo ví). Del barco destacaron el mascarón de proa y el de popa, imágenes de los cuales se pueden observar a continuación (por cierto, Dios los cría y ellos se juntan: eran marido y mujer).
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Dentro de las dunas, un oasis con una laguna de agua dulce (nunca había probado un agua dulce tan salada) llena de cangrejos y donde las tortugas iban a poner sus huevos. Bueno, yo también puse los míos, pero eso es otra historia...Allí tomamos un baño refrescante y nos comimos unos pasteis de queijo, que nuevamente nos esperaban en el sitio menos esperado (estos brasileiros son unos cracks). La comida, decente, al borde del río, en una mesa junto al agua. Espectacular. Ni que decir tiene que hice más o menos un millón de fotos (los lectores ya conocen la manera de contar de los motrileños, así que podrán hacer sus cálculos al respecto).
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Día 14, cumple de nuestra hija mayor. Nos fuimos a las dunas de Marapé. Lugar maravilloso donde se unen mar y río. Al llegar a la playa unas 2000 personas le cantamos parabens para vocé de voz en grito. Si ya estaba roja por el sol, después de esto parecía un pebrot vermell. Le dieron como presente UN FABULOSO DVD CON UN CURSO DE DANZAS POPULARES BRASILEÑAS! Un detallazo necesario, ya que las peques participaron en un concurso de baile y quedaron las quintas! No está mal teniendo en cuenta que participaron 10 personas, o sea, 5 parejas... Luego nos bañamos en el mar y en el río y algo más tarde, la sorpresa del día: un paseo con boogie, Nos llevaron hasta una formación rocosa de arcillas de colores con las que nos pintamos en plan arapahoe (ara pa joé, ara pa fastidiá). Luego un paseo entre las plantaciones de cocoteros y finalmente un baño refrescante en las aguas del río para quitarnos las pinturas de guerra (yo estaba un poco acojonado, pues me veía la semana siguiente en el trabajo luciendo un hermoso tatuaje INDELEBLE de arcilla... pero no, era totalmente inofensiva y al primer restregón salió sin problemas junto con lo que yo creí que era una peca de nacimiento y resultó ser roña ancestral). Para acabar el día estuvimos comprando algunas fruslerías en un mercadillo local (aquí ya no pudimos resistir la tentación) y nos zampamos para cenar un par de langostas (tampoco pudimos resistir la atracción fatal del crustáceo).
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Día 15, Praia do Gunga (parece un nombre africano, en plan bimbo chungo, yayo tumba). El trayecto lo iniciamos de nuevo con un barco que nos lleva a las aguas de encuentro entre un lago (alagoa) y el mar. Allí nos instalamos tan ricamente y nos damos un paseo bajo el sol hasta el final de la playa. Consecuencia? Quemaduras por tol cuerpesito. Mi mujer y yo parecíamos las langostas que nos comimos el día anterior. Pero en fin, nuestro espíritu aventurero puede con esas adversidades y con alguna más. Luego del paseo tomamos una lancha rápida que nos llevo hasta los arrecifes donde pudimos observar la voracidad de los peces. Les dimos de comer y casi nos comen a nosotros. Después nos llevaron a un banco de arena en medio del lago, que cubría aproximadamente 60 cm. Allí nos esperaba la cervecita, el queso, el siri (que es un cangrejo gordo) y otras delicadezas a las que nos tienen acostumbrados en Brasil en los sitios más insospechados. No sé qué vamos a hacer cuando volvamos a un chiringuito de playa español! Luego de vuelta al barco, restaurante, comida y... más mercadillo. Aquí nos compramos una manta muy chula para el sofá por la friolera de 15 reais ( o sea, 6 euritos). Ya de regreso al hotel, se me ocurrió preguntarle a la peque si alguna vez se había bañado en la playa de noche, y claro, la muy pelma no paró hasta conseguir que la acompañara a bañarse con el fresquito nocturno. Como dice el refrán, los hombres son dueños de sus silencios y esclavos de sus palabras...
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Quemados por el sol, azotados por el viento y las olas del mar, mordidos por los peces, interrogados por el pueblo brasileño en su totalidad manifiesta (sois argentinos, dónde trabajas, dónde vives, ah españoles, Barcelona, que chulo, bla, bla, bla...), machacados por las canciones populares sobre Maceió (Oh que saudade do Ceu, da Sal do Sol de Maceió...), jarticos de comer gambas y langosta, hasta el coco de comer y beber coco, horrorizados por la propaganda electoral (con carteles, banderas humanas, chicos en bicis con altavoces y letreros luminosos) sobrevivimos a una semana más de aventuras en este pedaso de país maravilloso llamado Brasil.
Maceió, octubre 2010