Primer día: 28 de diciembre inicio del Viaje.
Nos levantamos de madrugada y todavía con los ojos pegados nos vamos al aeropuerto. Una maleta gigante cada uno para no pelearnos por el espacio. Menos mal que íbamos a la playa, que si llegamos a ir al Polo, tenemos que alquilar un barco. Como no cabemos en un taxi nos repartimos en dos. Allí descubrimos lo competitivos que son los brasileños: fueron haciendo carreras hasta Congonhas, lo cual por otro lado sirvió para que nos despertáramos de sopetón.
Tres horitas de avión (que digo yo que los esclavos que venían por estas regiones iban más anchos que nosotros), media de taxi (que como no se sabía el camino se perdió un poco, pues en diez minutos se llega de sobras) y nos plantamos allí como si tal. En todo el viaje la pregunta que escuchamos más veces fue el ya consabido "vocês são argentinos?". Jopelines...Vamos a hacer bandera en la empresa del Cuéntame y nos vamos a forrar. En la bandera va a lucir un lema bien simple: NO SOMOS ARGENTINOS, C....!
El día lo pasamos tranquilitos en el hotel Sehrs situado en Ponta Negra. Un hotel catalán como la Moreneta, tal y como luce el lema...
Para habituarnos al escenario nos dimos un corto paseo y nos metimos en la sopa. Digo sopa, porque la piscina estaba caliente, caliente, que parecía que había pasado por ella Torrente y toda su familia. Luego a la playa con un viento y un oleaje bastante desagradable. Y hala, a la siesta a descansar de tanto ajetreo.
Segundo día: 29 de diciembre City tour.
Como toda excursión que se precie, empezamos con un city tour de Natal. La verdad es que bastante decepcionante, pues la ciudad no tiene casi nada aparte de un magnífico fuerte con más de 500 años: o Forte dos Reis Magos. El fuerte está en un enclave increíble junto a la desembocadura de un río de agua turquesa alucinante. Del fuerte entre mis hijas, mi cuñada, mi suegro y yo, debimos hacer unas 2000 fotos, de las que adjunto una pequeña muestra.
En esta última foto se aprecia al fondo el skyline de la ciudad, que de no ser por el castillo, bien podría haberse tratado de Nueva York!
Tras el paseo tortuoso por el castillo (el sol nos castigó cual vulgar turista japonés) nos fuimos a una playa próxima. En este caso a la Pirangi. Allí pudimos adivinar (que no ver) el cajueiro más grande del mundo, que es el árbol que da el cajú y la consabida castaña de cajú. Es lo que yo llamo, reclamo para turistas, porque verlo, lo que se dice verlo, no lo vimos mas que de rasqui...
En la playa desembocaba un río color colacola que dejaba en la arena manchas rojizas resultado de la descomposición de la vegetación. El río formaba pequeñas islas de arena blanca que contrastaban con el negro del agua resultando un paisaje muy atractivo.
El la playa almorzamos discretamente y luego nos tomamos la primera caipirinha del viaje, que fue la primera pero no la última.
Luego de vuelta al hotel pudimos presenciar la utilidad que los turistas más aventureros le dan al viento: surf, kate-surt y parapente.
Luego nos fuimos a la piscina knorr y hala, otra vez a cenar camarones (que asco ya!) en el restaurante también llamado Camarões (que pa originales los Brasileños). Al fin muertos de sueño y casi sin pelearnos con las niñas, decidimos irnos a dormir.
Tercer día: 30 de diciembre Playa de Punaú, Playa de Maracajaú
Primero fuimos a la Playa de Punaú que la forma la desembocadora de un río que forma un delta espectacular. Para cruzar el río en dirección a la playa había que vadearlo en plan Indiana Jones. No veas que aventura. Había unos sacos y teníamos que pasar por ellos al mismo tiempo que intentábamos mantener la ropa y las zapatillas secas. Y era complicado porque los sacos resbalaban que no veas! Claro que había una solución: pasar tranquilamente vadeando el río por en medio de todo que no cubría nada. No veas la cara de gilipollas que se te quedaba después de tanto esfuerzo.
El paisaje de la playa y las dunas eras completamente espectacular.
Las palmeras bordeaban el río como si se tratara de un oasis en el desierto. Las dunas, acababan de redondear la imagen de exótico del lugar. Una belleza.
Luego tomamos una lancha rápida desde la playa de Maracajaú que nos llevó hasta un arrecife de coral. La profundidad media era de unos dos metros, así que había que nadar un poco, aunque algunas personas usaron flotadores naturales como el de la imagen lo que representaba una auténtica ventaja!
Toda la familia se metió en remojo para hacer snorkel (el abuelo también, qué tío!) y nos dedicamos a la observación de las rocas y de los pecezuelos de colores como los de las imágenes de abajo (bueno y como las de arriba). La verdad es que no era tan espectacular como el arrecife de coral de Maceió, pero estaba bastante bien. Lo que era un poco incómodo era la corriente, y tener que nadar todo el rato, pues ya lo dice el refrán "camarón que se duerme, la corriente se lo lleva"... Además parecía una playa de Tokio: llenita a reventar de personas.
Cuarto día: 31 de diciembre preparación para el reveillón
Tras pasar la mañana en la piscina, no fuimos a pasear por la playa todos juntos y sin discutir.
Ya por la tarde mi hija mayor y yo nos fuimos de sesión fotográfica en plan profesional de la que salieron algunas imágenes interesantes...
Luego me fui al Gimnasio (sin anestesia ni nada) para preparar un poco el cuerpo para la Cena de fin año. Luego nos vestimos todos de blanco y a hala, a cenar. El hotel lo adornaron en plan marino con luces de colores superchulo. Creo que no vuelvo a pasar el fin de año en España. Mola un montón en Brasil!
Luego Fuegos artificiales en la playa, tras los cuales hay que saltar siete olas y tirar un lirio en el mar.
Bueno, yo estaba tentado de echar al mar a mi suegro, pero entonces me quedaba sin canguro, así que decidí unirme a la costumbre. Para acabar, Fiestorro con música en vivo, baile y bebida gratis.
Quinto día: 1 de enero.
Nos levantamos tarde. Desayuno y playa. Luego piscina, donde nos tomamos un agua de coco dentro del agua. Almuerzo en el bar del hotel. Paseo por la playa recogiendo piedras blancas que traen buena suerte. Descanso. Bloody Mary. Cena en restaurante Farofa de Agua (sucio). Gambas y pincanha no rechaud.
Sexto día: 2 de enero. Praia de Pipa.
La playa de Pipa tiene unas formaciones que emulan una Pipa. Yo la verdad es que todavía estoy buscando la pipa por todos lados y no la encuentro. Parece ser que los descubridores portugueses vieron una y le dieron ese nombre al lugar. Que tíos más raros!
En la playa dos Enamorados hay unas curiosas formaciones rocosas entre las que pudimos observar este corazón...
Después hicimos un paseo por barco pasando frente a unas playas de gran belleza y mucho viento. En el recorrido pudimos observar algún que otro delfín, como el de la imagen.
Séptimo día: 3 de enero. Paseo de buggie.
Como mi cuñada tiene problemas de espalda, y mi suegro problemas con los problemas, decidimos dejarlos tranquilitos en el hotel y nos fuimos de aventura por las dunas emulando a Laurence de Arabia. Eso sí, en vez de camellos usamos un Buggie. Bueno, uno no, dos. En el primero nos acompaña un abuelete, que más que un buggie, esperas que lleve un burro. En cuanto llegamos a las dunas. Cataplás, cras, chum! Se cae algo del buggie y se estropea...en medio del desierto! Que no nos preocupemos que llama a un colega que viene y nos deja junto a un lago de agua dulce. Ahí nos entra la duda existencial en relación a nuestra situación: nos vendrán a buscar o nos dejarán colgados en medio del desierto? Yo ya me veía bebiéndome los cactus y comiendo lagartijas. Pero no, nos vino a buscar un colega, éste algo más moderno al igual que su buggie. Nos preguntó si queríamos emoción o sin emoción. Mi mujer que sin emoción, las niñas que con...y yo en el medio. Total que hicimos un viajecito tranquilo con algunos descensos emocionantes. Parece mentira como se desliza el buggie por una pared casi vertical...
El paisaje alucinante: Lagos y dunas como en un conjunto interminable de oasis en el desierto.
Luego para seguir con la aventura hicimos esquí bunda, que es como un tobogán de arena en el que te deslizas sobre una tabla hasta caer en un lago, y finalmente una tirolina que también caía en el lago.
Para acabar cruzamos el río en una barca de tracción animal y de vuelta al hotel. Toda una aventura.
Octavo día: 4 de enero.
Último día en Natal. Nos lo pasamos de descanso en el hotel, piscina y relax. Allí pudimos ver como el Barça ganaba un partido más como de costumbre y hala, nosotros de vuelta a casa. Mi cuñada vino con nosotros a São Paulo y un par de días más tarde se volvió para su casa en Girona.
Natal, Nadal 2011-2012 nuestra última Navidad en Brasil.