Como ya estábamos un poco hartos de lluvia, cancelamos nuestros planes para ir a Paratí y aprovechando que nuestra hija mayor estaba de viaje en Barcelona, nos dimos un homenaje y nos fuimos a un resort de Bahía, cerca de Salvador. El único problema es que no se nos ocurrió enviar a Barcelona también a la pequeña. En fin, nadie es perfecto.
Allí visitamos dos lugares: Morro de São Paulo y Praia do Forte.
Llegar a Morro de São Paulo, hace honor a su nombre, pues hay que tener más morro que cien negros cantando only you para llamar a eso una excursión. Para llegar tenías que tomar primero un autocar que te llevaba hasta el puerto de Salvador.
Allí compramos una bolsa de playa para las toallas a un simpático vendedor que llevaba la camiseta del barça y que resultó ser gallego. Ni que decir tiene que la bolsa no duró ni el viaje de vuelta. A la ida ya estaba descosida. Luego un barco (de los de chup, chup, chup) que te llevaba a una isla. Abarrotado de personas que iban a trabajar a la isla. Luego volvías a tomar una autocar en la isla que, atención, te devolvía al continente. Para por fin tomar una lancha rápida (rápida?) que te llevaba hasta el susodicho morro. Entre pitos y flautas unas cuatro horitas de viaje de nada... Pero como allí no se estresa nadie... Pues hala, a aguantar el calorcito.
Una vez en destino tenías que hacer cola para pagar una tasa turística de 60 centavos! Yo estaba a punto de pagar la de todo el barco para ahorrarme la cola...pero como nadie se estresa!
La ciudad es en realidad como una especie de fuerte, con unas pendientes de miedo y con calles de arena de playa.
Como no circulan coches, los lugareños han creado un curioso medio de transporte que medio en guasa llaman taxi. Se trata de una carretilla de mano de las que se usan en las obras para trasladar material. Un real! Un real! Un real...por kilo! Vociferaban los muy cabrones...
Las playas en vez de nombres, tenían números, y en la número tres nos esperaba una agradable sorpresa. Unas piscinas naturales de agua cristalina y llenas de peces de colores.
Alquilamos un par de máscaras (los tubos los llevábamos nosotros, pues no somos muy amantes de la mononucleosis), y alimento para peces. Casi nos comen los muy... Pude captar con la cámara submarina imágenes bastante interesantes. Sobre todo cuando se le comían los dedos de los pies a mi mujer. Que digo yo, que ya puestos se podían haber comido también los michelines y las pistoleras...
Previamente ya habíamos encargado el almuerzo (moqueca de camaroes y siri) para tenerlo listo para nuestra vuelta, pues aquí el servicio no se destaca por su velocidad. Pero como aquí no se estresa nadie!
Tras el apetitoso ágape, hala de vuelta a casa: lancha, autobús, barco chup-chup, autocar y por fin en el hotel.
De Salvador no nos quedamos con muy buena imagen: sucio, ruidoso, peligroso... Tanto es así que decidimos no visitar la ciudad y concentrarnos en las playas. Para hacernos una idea, con la huelga de policías que acaba de acontecer, han muerto decenas de personas. En el momento de escribir estas notas ya iba por 80...y eso con son bastante religiosos...
El hotel, el Stella Maris, es un resort bastante confortable, con una buena piscina y habitaciones cómodas. Encontramos en la misma un par de cucarachillas, muy delgatidas ellas, pero en fin, nadie es perfecto. La playa del hotel no es muy bonita ni tampoco confortable, pues está llena de piedras y siempre presenta un fuerte oleaje.
Al día siguiente fuimos a Praia do Forte. Aquí el viaje fue más cortito, pues el lugarejo estaba cerca de nuestro hotel.
Primero fuimos a una playa donde tambien había unas piscinas naturales muy bonitas y donde almorzamos unos curiosos animalejos llamados Pitu, parecidos a las langostas pero de río.
De allí nos dirijimos a Praia do Forte donde visitamos el proyecto Tamar, que es un centro de cuidado y preservación de tortugas. Yo creo que tiene sentido que los bahianos tengan este centro, pues sin duda se sienten identificados con estos simpáticos animales (sobre todo con su velocidad).
De allí regresamos al hotel donde nos refrescamos (en realidad nos calentamos, pues el agua parecía pis azul) en la piscina del hotel, junto con la consabida piña colada y suco de maracujá. Luego la cena y a dormir.
Al día siguiente ya volvimos a casa, morenitos, descansados y preparados para seguir viajando por este maravilloso país.
Salvador de Bahía, capital internacional del estress, diciembre de 2011.
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